martes, 23 de septiembre de 2008

Palabra autorizada

"Lo que queremos siempre es que el programa del país invitado presente ante todo su cultura actual. El centro lo tienen que formar los escritores jóvenes", declaró el director de la Feria de Frankfurt, Jürgen Boos.

El Jefe

"Me importa un bledo si me descubren después de que me muera. No le doy valor a lo que vayan a escribir en mi necrológica. Por mí, que no escriban una línea."
Entrevisté a Gerardo Sofovich.

martes, 16 de septiembre de 2008

Lo primero es la salud (2)


En los hospitales porteños se produce un hecho digno del libro Guinness.
Los nosocomios cuentan entre sus profesionales contratados a un selecto grupo que porta la etiqueta "investigadores". Los investigadores son quienes se dedican a explorar nuevas vías para dar con tratamientos o remedios farmacológicos que curen enfermedades. Hasta ahí, está muy bien. Digo: es lógico.
Hay un dato que llama la atención. Los "investigadores" reciben -formalmente, en blanco- dinero por parte de los laboratorios médicos a modo de incentivo/compensación por haber elegido para experimentar un fármaco de su catálogo. Traducido a la práctica común: si el "investigador" cubre un cupo de X pacientes, recibe -por parte del laboratorio y por fuera de lo que se fija como su salario (que, esto último, lo paga el Estado)- sumas que rondan los US$ 10.000 por paciente. Por lo general, las cuotas de pacientes por experimento arrancan en los 15 pacientes. Es decir: por lo general, cuando un médico que posee la categoría "investigador" experimenta con pacientes, recibe una recompensa privada que arranca en los US$ 150.000.
Un dato llamativo: por ofrecerse como conejillos de indias, los pacientes (o familiares de pacientes) cobran $0. Es más, en algunos casos los contratos redactados por los laboratorios estipulan que, de ser exitoso el remedio, cuando finalice el período de experimentación el paciente deberá comenzar a pagarlo.
Otro dato llamativo: por ofrecer sus instalaciones como ámbito de experimentación, los hospitales públicos reciben $0.
Otro dato llamativo: si, por ejemplo, alguien expusiera que Julio De Vido opta por un proveedor estatal por sobre otro y que a partir de esa elección él recibe un monto de dinero, se hablaría -y se hablaría bien- de corrupción. En el caso de los médicos, defensa y silencio de la corporación mediante, no se dice nada.
Los principios investigativos dicen que la objetividad es falsa. Nadie es objetivo. Ahora, yo me pregunto, ¿a nadie se le ocurrió que si un médico recibe una recompensa extra-salarial está siendo influenciado en exceso por el objeto de investigación?

Ayer y hoy


Yo me pregunto:
¿por qué los medios nacionales olvidan decir que los bancos y financieras que están cayendo en Wall Street son los mismos que en el 2001 se llevaban la guita de los bancos y sucursales argentinas?

sábado, 13 de septiembre de 2008

Micky Vainilla

viernes, 12 de septiembre de 2008

Confirmado: Nevará en Buenos Aires, y será muy aburrido

Los mayores temores de quienes amamos la historieta de Oesterheld y Solano López se confirmaron: Lucrecia Martel admite que hara "una versión" de "mala hija". O sea, intentará apropiársela, transformarla, deformarla. En fin. Juan Salvo, te aburrirás como una ostra: muchos Manos, pocos Gurbos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Lo primero es la salud (1)


Sicko, de Michael Moore, es un documental muy interesante. Y es interesante en sus aciertos tanto como en sus falencias. Acierta en denunciar los estragos de los sistemas de salud privados -en especial, los norteamericanos-, y no acierta al vanagloriar los sistemas de salud de otros países -el inglés, por lo menos, es bastante choto, aunque un dechado en comparación al americano- y, tampoco, en asombrarse al descubrir que, en el capitalismo, la medicina es una mercancía. O sea: la salud es una mercancía.
Es probable que Moore sepa poco de la Argentina. De venir para hacer su documental, habría dicho que este es un país extraordinario en el que hay hospitales públicos gratuitos -siempre a partir de la comparación con los Estados Unidos-, y habría omitido el ejericio de la medicina privada.
No voy a discutir acá si la medicina debe ser pública o privada. Digo, no voy a discutirlo porque es algo que siento y pienso: la medicina debería ser gratuita universalmente. El ejercicio privado de la medicina -esto es, que quienes más poseen accedan por esa simple posesión material a la posesión inmaterial de tener mayores expectativas de vida- resulta aberrante. Pero no voy a hablar de eso. No ahora.
Digo, entonces, para arrancar: el ejercicio privado de la medicina, en nuestro país, parece incluso irracional -cuando la lógica de lo privado debería ser lo económico, es decir la racionalidad a ultranza de los actores-.
Tomemos un ejemplo. Los médicos -y sus variantes- suelen trabajar, en sus consultorios, con pacientes que provienen de organizaciones -prepagas, obras sociales, etc.- y con pacientes que no provienen de organizaciones. Si lo observamos desde la oferta, el paciente organizacional -por así llamarlo- accede al servicio sin pagarle al médico o haciéndolo en dosis muy bajas -porque ese paciente ya ha realizado el pago en forma previa a la organización- mientras que el otro lo hace efectuando el pago "usual" del médico. Si lo observamos desde la demanda, lo racional indicaría que el médico percibe un ingreso idéntico por cualquier paciente, y en el caso de los que provienen de organizaciones la diferencia o la totalidad del monto estaría pagada por la organización. Racionalmente, desde el punto de vista del cobro, no deberían existir diferencias: un paciente es, juramento hipocrátio mediante, igual a cualquier otro. Sin embargo, un médico promedio cobra con los pacientes de organizaciones un promedio de $50, mientras que si son "independientes" cobra $150. La pregunta que me hago es la siguiente: ¿qué es lo que hace que un tipo de paciente pague (por fondos propios) $100 más (o sumas superiores) que el otro?
Desde la racionalidad económica, se supondría que la oferta y la demanda tienden a cruzarse, es decir que en el caso de la medicina el profesional encontraría un honorario privado tal que resulte similar al no privado o que, eventualmente, lo cubra de las irregularidades en el flujo de pacientes privados -los de las organizaciones tienen a ser una demanda más estable (probablemente por la diferencia de precios)-.
Yo creo que la respuesta es otra. Sin ponerme a discutir el cobro a cambio de la salud -tema muy debatible-, creo que la diferencia entre el monto de los que paga un paciente privado (con interés excesivo por curarse, como es lógico) y la que lo hace uno de organizaciones es lo que establece cuán hijo de puta puede ser un médico.

martes, 9 de septiembre de 2008

El sueño de Ridley Scott

Ser gladiador, desarrollar habilidades, comprar armas, luchar en la arena, partir en expediciones. Y todo gratarola, peleando contra otros miles online. ¿Dónde? Acá.

De puntín: acá están, estos son

La última de las antologías que preparo para Sudamericana sale en noviembre. El tema: fútbol.

Los autores, en orden de aparición, son:

1) Pablo Alí, Una decisión importante.
2) Selva Almada, La camaradería del deporte.
3) Juan Diego Incardona, El sudoeste.
4) Alejandra Zina, Mazinger Z.
5) Ariel Magnus, La cama no se mancha.
6) Julián Urman, Pibes con tetas.
7) Maximiliano Matayoshi, Visitante.
8) María Sol Porta, El gol del triunfo.
9) Leandro Custo, Dios aprieta start.
10) María Molteno, Mamita.
11) María Fasce, Hombres que no aman el fútbol.
12) Lucía Marroquín, Gol de media cancha.
13) Mariela Ghenadenik, Un gol para Elsita.
14) Alejandro Parisi, Hinchada hay una sola.
15) Agustina Arias, ¿Para qué te voy a mentir?
16) Germán Maggiori, La campaña del noventa y tres.
17) Celia Dosio, Que la mira por TV.
18) Hernán Arias, René, o el daño que la televisión le hizo al fútbol.
19) Romina Doval, Te queremos verde, Arielito.
20) Juan Terranova, El caso Di Canio.
21) Diego Grillo Trubba, Lo que se juega.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Apuntes sobre el dislate de Frankfurt (4)

La reacción airada de la mayoría de los escritores ante el dislate es, al mismo tiempo, un síntoma de salud y uno de enfermedad.

Síntoma de salud porque resulta promisorio que, ante la inacción estatal, se genere un reclamo más o menos organizado (por ahora, menos).
Pero es también síntoma de enfermedad porque deja un par de elementos en evidencia.
La Feria de Frankfurt fue percibida -erróneamente- por parte del gobierno como el equivalente alemán a la feria del libro argentina. La Feria de Frankfurt parece ser percibida -erróneamente- por parte de ciertos escritores como un salvavidas. Se percibe, en ciertos discursos, que si los escritores fueran allá se transformarían, de la noche a la mañana, en rutilantes estrellas de la constelación de la literatura internacional. Esto, claro, es poco probable. Es poco probable que autores argentinos de ficción resulten tentadores para mercados chicos -lo cual es la gracia de la Feria: si se desea generar un encuentro con los grandes no hace falta la logística de Frankfurt- por el simple motivo de que tampoco en el mercado local resulta tentador editar autores de países periféricos. Resulta paradójico, pero en épocas de supuesta globalización leemos menos extranjeros -digo, que no sean los de siempre- y los extranjeros nos leen menos -digo, que no sean los de siempre-. No se produjo una apertura del mercado literario, más bien todo lo contrario: en un contexto de empresas multinacionales que dominan el mercado editorial, pareciera trabajarse más que nunca en una economía cerrada donde lo que se produce en el país se consume (poco, muy poco) en el país. 
La lógica de las economías cerradas no es correcta ni incorrecta, tan sólo sencilla: si existe abastecimiento interno, no resulta necesario recurrir a un mercado externo. La cuestión es que las visiones de ciertos implicados en relación a la Feria de Frankfurt como el paraíso traslucen que el mercado interno argentino está muy pero muy mal.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Apuntes sobre el dislate de Frankfurt (3)

El sábado pasado conversaba con una politóloga el tema del escarnio de Frankfurt, y me dijo algo que me descolocó:

-La responsabilidad es de los interesados.
De acuerdo a su planteo, el desconocimiento de los funcionarios para con los temas que les competen es un hecho dado, por lo que las agrupaciones de la sociedad civil tienen que crear proyectos y acercárselos a los funcionarios -que ignoran los problemas- para que éstos los ejecuten. De acuerdo a su planteo, entonces, los interesados -editoriales, escritores, representantes- deberían haberse adelantado y presentar, así, un proyecto alternativo -en verdad, si respetamos un orden lógico de secuencia, un proyecto original- para que el de los funcionarios no naciera ni tuviese lugar.
En ese momento no le di la razón. Jamás doy la razón en el transcurso de una charla. A veces, sí, me quedo pensando.
Pensé entonces en si era plausible que las editoriales se hubieran juntado para conformar un proyecto. Lo mismo me pregunté en relación a los escritores: ¿era posible dejar de lado rencillas, egos y teorías para abocarse a un interés común? El concepto de "interés común" es muy bonito, pero inusual: casi nunca se da algo que promueva a un bienestar general sin perjudicar a alguien. Esta era una de esas pocas ocasiones.
Pensé, decía, en si los actores involucrados hubieran sido capaces de coordinarse y actuar. Tuve que darle la razón a la politóloga: era imposible.
Sin embargo...
El campo cultural está compuesto por personas que, en promedio, tienen un ego superior al resto de los mortales. Es decir: la falta de acción coordinada porque si A se acerca a B cree estar destruyendo su identidad es grande. Es una condición.
Para esa clase de grupos -como para tantos otros- la acción coordinada resulta imposible, desde lo fáctico. Para esa clase de grupos -"hombres lobos del hombre", diría Hobbes- la existencia del Estado/Leviatán resulta imprescindible.
Luego, me permito una pregunta: ¿qué sentido tiene tener funcionarios si éstos no son capaces de elaborar políticas, si todo queda en manos de asociaciones civiles?

jueves, 4 de septiembre de 2008

La vida de un emo

Apuntes sobre el dislate de Frankfurt (2)

Hay una situación que encuentro recurrente. No es que se da todo el tiempo, pero sí cada tanto.

Estudié sociología, y en la facultad solía hablarse de "lo cultural" como un concepto multivariado, que no respondía sólo a lo que se reconoce tradicionalmente como cultura. Una visión antropológica de la cultura, podría decirse. O, también, la visión de los especialistas. O, mejor aún, la visión de ciertos especialistas.
Por lo general, quienes no son esos especialistas no creen que la cultura sea así. Es decir, por lo general no se cree que todo es cultura. Sería lindo -que lo fuera, y que de ser así se creyese-, pero no sucede.
Cuando en la Ñ me encuentro tapas que responden a estudios antropológicos o sociológicos, lo primero que me pregunto es si el editor enloqueció. ¿A quién le importa? ¿Quién, cuando va a comprar un suplemento/revista cultural espera eso? Y recalco: no me refiero a notas sobre la cultura de quienes hacen la cultura (barrios, medios, etc.), sino a las estrictamente antropológicas o sociológicas.
Resulta obvio que, de existir, una identidad nacional se conforma de elementos que no responden a la cultura en el sentido clásico -es decir, no antropo-sociológico-. Sin entrar en debate, es probable que Maradona, el Che, Evita y Gardel hayan efetuado sus contribuciones a la conformación del ser nacional que compartimos en el presente (es decir, nada que ver con otros más antiguos). Pero, y los peros son fundamentales, la de Frankfurt no es una feria de identidades nacionales. Es decir, los empresarios editoriales no van ahí a ver qué identidad nacional es más linda, más pura, más revolucionaria o incluso más psicobolhe. No. Se trata de un evento cultural en el sentido clásico del término. O sea: si vas para otra cosa, ni te bañes porque es al pedo que asistas.
Salvo Gardel, los otros tres factores identitarios del momento -que habría que poner en duda, claro, pero mejor no desviarse del tema- no aportaron nada a la cultura. Salvo La razón de mi vida o los Diarios de motocicleta o Guerra de guerrillas, no aportaron libros, cuadros, canciones, óperas ni nada. Y dudo que haya editores interesados en La razón de mi vida, salvo que consiga averiguar quién fue el negro literario del manual obligatorio. Y, para el caso, tampoco hay libros de Gardel.

Entonces volvamos a la escena originaria, hipotética.
Ella está sentada. Desde su escritorio ve, tras la ventana, la Plaza de Mayo.
Alguien se acerca, le dice estamos preparando el stand argentino en la feria de Frankfurt.
Ella, sentada, pregunta qué es eso. Es normal: nadie tiene por qué saber todo.
El asesor o la asesora le dice, susurrante, es el evento cultural más importante del mundo.
Ella se lleva el índice al mentón, imitadora ad honorem de la dama de los almuerzos. Medita. Dice:
-¿Cultura? ¿Cultura argentina? Evita, el Che y Gardel... Ah, y seamos un poco más populistas: Maradona también, así lo mandamos y hace conferencias de prensa como en Cannes. Pero traten de que esta vez no se tire en contra nuestra.

Es probable que haya sucedido así.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Apuntes sobre el dislate de Frankfurt

En el 2010, Argentina es el país invitado a la feria del libro de Frankfurt. La categoría de invitado no es casual (año del bicentenario) ni tampoco menor (implica un espacio gratuito que se calcula, si hubiera que pagarlo, en cientos de miles de dólares). 

Argentina eligió, como tema de su puesta en escena (porque eso es el stand correspondiente al país), en primer término el cuarteto Che Guevara-Eva Perón-Carlos Gardel-Diego Maradona. Poco después, alguien se acercó a los organizadores y les dijo (les susurró, probablemente, por esas cosas de la autoridad) "es una feria de libros". Agregaron, entonces, las figuras de Borges y Cortázar. Lo que no aclaró ese ser probablemente susurroso es que la de Frankfurt no es una feria de libros para que los lectores vayan a comprarse novedades (para eso los alemanes deben tener sus Yennys, supongo) sino que en verdad es una feria literaria. Esto es: se trafica literatura (o algo así). Para evitar la polémica de qué es la literatura, digamos entonces: se trafica todo aquello plausible de ser publicado en libro. Y, para fomentar la comercialización de literatura (o "aquello plausible de ser publicado en libro"), se pensó en un primer momento en el cuarteto Guevara-Perón (con E)-Gardel-Maradona y luego en el sexteto mayor, agregando Borges-Cortázar.
Un dislate.
Probablemente el mayor dislate en la historia de la literatura nacional.
Un dislate sobre el que seguiré profundizando.