viernes, 5 de septiembre de 2008

Apuntes sobre el dislate de Frankfurt (3)

El sábado pasado conversaba con una politóloga el tema del escarnio de Frankfurt, y me dijo algo que me descolocó:

-La responsabilidad es de los interesados.
De acuerdo a su planteo, el desconocimiento de los funcionarios para con los temas que les competen es un hecho dado, por lo que las agrupaciones de la sociedad civil tienen que crear proyectos y acercárselos a los funcionarios -que ignoran los problemas- para que éstos los ejecuten. De acuerdo a su planteo, entonces, los interesados -editoriales, escritores, representantes- deberían haberse adelantado y presentar, así, un proyecto alternativo -en verdad, si respetamos un orden lógico de secuencia, un proyecto original- para que el de los funcionarios no naciera ni tuviese lugar.
En ese momento no le di la razón. Jamás doy la razón en el transcurso de una charla. A veces, sí, me quedo pensando.
Pensé entonces en si era plausible que las editoriales se hubieran juntado para conformar un proyecto. Lo mismo me pregunté en relación a los escritores: ¿era posible dejar de lado rencillas, egos y teorías para abocarse a un interés común? El concepto de "interés común" es muy bonito, pero inusual: casi nunca se da algo que promueva a un bienestar general sin perjudicar a alguien. Esta era una de esas pocas ocasiones.
Pensé, decía, en si los actores involucrados hubieran sido capaces de coordinarse y actuar. Tuve que darle la razón a la politóloga: era imposible.
Sin embargo...
El campo cultural está compuesto por personas que, en promedio, tienen un ego superior al resto de los mortales. Es decir: la falta de acción coordinada porque si A se acerca a B cree estar destruyendo su identidad es grande. Es una condición.
Para esa clase de grupos -como para tantos otros- la acción coordinada resulta imposible, desde lo fáctico. Para esa clase de grupos -"hombres lobos del hombre", diría Hobbes- la existencia del Estado/Leviatán resulta imprescindible.
Luego, me permito una pregunta: ¿qué sentido tiene tener funcionarios si éstos no son capaces de elaborar políticas, si todo queda en manos de asociaciones civiles?

5 comentarios:

Ana C. dijo...

No es cierto que casi nunca se da algo que promueva el bienestar general sin perjudicar a alguien. Eso es la condición de óptimo de Pareto que no se cumple nunca. En la realidad estás siempre en una situación subóptima y existen millones de ejemplos donde se mejora el bienestar de todos sin empeorar el de nadie.

Dicho esto y pasando al tema en particular, tu amiga politóloga tiene un poco de razón. También es bastante pavote de la industria editorial haber esperado que el Gobierno arregle todo antes de empezar a protestar. Es cierto que los escritores son seres sensibles y egocéntricos pero los editores son hombres de negocios como cualquier otro.

El problema quizás sea otro. Es que la industria editorial argentina se muere y renace al compás del tipo de cambio, lo que hace que tampoco tenga una estrategia de nada. Aunque no tengan el tamaño y los recursos para presentarse en Frankfurt, se les podría haber ocurrido algún proyecto y después haber pedido el apoyo oficial.

Preguntita al margen. ¿Impresionaría la literatura argentina actual en la feria de Frankfurt?

Eric dijo...

No tiene ningún sentido, pero lamentablemente es lo que hay: funcionarios que utilizan sus cargos como plataformas para saltar a alguna otra parte, vaya uno a saber dónde.

Anónimo dijo...

Qué pasó con la historia de Elemental y las Sonias???

EL CHiCHO dijo...

No estoy de acuerdo con la politóloga (título que me suena sospechoso, hasta despectivo diría yo, no lo puedo evitar.)
El estado es elegido para actuar en nombre de los intereses de todos, aún sabiendo que se deja al margen algunas opiniones. Suponemos que al menos, ¡al menos!, manejan el código o la información básica para realizar su función. Frankfurt no es la feria del libro de acá a la vuelta. Maradona no es un representante de la cultura argentina.

Suponer que, porque nuestro estado es deficiente y torpe debemos retirarle toda responsabilidad de sus actos, es un suicidio democrático. Actuaríamos entonces como esas madres que, ante la imposibilidad infantil de realizar alguna tarea, la asumen como propia. No crecen. No dejan crecer. Es aplaudir a una serpiente que se traga su cola.

El hecho de que cueste que entidades con tan grandes egos se agrupen y presenten una acción común frente a una barrabasada es normal y comprensible. Después de todo son competidoras entre ellas en la carrera más cruel: la cultura es siempre subjetiva, los jueces nunca son imparciales.

Sin embargo existe un concepto que evita que por las mismas diferencias internas, insisto: propias de los competidores, se cometa un error y se ve exacerbada en la misma naturaleza del ser argentino. Es la vergüenza. La vergüenza como país al ver la barbaridad que se está llevando a cabo.

¿Será que necesitamos la acuciante prueba de la ignorancia oficial para reaccionar y actuar? Creo que sí. Después habrá tiempo para decidir quién impera sobre cada ducado y cómo se distribuyen las rentas. Hoy se debe recuperar Outremer para lavar la ofensa de los infieles y asegurarnos de que nunca vuelva a pasar.
Si logramos esta unión contra la vergüenza, el estado pasará a vigilar sus pasos.
Claro que (me acabo de dar cuenta con algo de horror) la tolerancia al escarnio internacional ha crecido en este tiempo en el pecho argentino.

Saludos.
Gracias por liberarnos del fantasma de Sonia.

Anónimo dijo...

Me parece que vas a tener que cerrar la historia de Elemental con algún tipo de moñito, o ponerle puntos suspensivos a la vista. Si no, andate acostumbrando a comentarios como los de paperboy.

Coincido con el tema del ego, es muy notable que sea casi preceptivo.